Siempre que hacemos una ruta nueva entre los
amigos, la estudio, me informo y la planifico para tratar de no cometer ningún
error, que todo salga a pedir de boca, y aún así uno se confía y a veces las cosas no salen según lo previsto,
(fue el caso de la primera visita al castro del Vioque, en la que en mi
autosuficiencia no me llevé los planos, o en la primera vez que fuimos a la
cueva de la “Venta de la Inés ”,
desconocedores de los problemas allí existentes). Pero ya se sabe, entre
amigos, todos esos fallos son perdonables y perdonados. La cosa cambia si ya la
ruta es planeada a un nivel diferente, a un entorno más abierto en el que
además de tus amigos son partícipes también tus paisanos. Entonces el temor a
que “algo salga mal” se hace patente y la responsabilidad por que “todo salga
bien” te hace estudiar el asunto a fondo.
Todo empezó hace tres semanas, cuando en una
de las tardes de las que voy por Guadalinfo, Raúl me comentó que había fondos
en el Ayuntamiento para hacer un viaje y
practicar senderismo.
Y así después de consultar varias opciones en
el ordenador nos decantamos por una del programa “Wikiloc”: “Arroyo Bejarano y
baños de Popea”. A partir de aquí todo fue buscar y recabar información sobre
el paraje, sacar planos, averiguar los puntos de interés de la zona para
llegado el momento no se escapase nada.
Ese momento llegó el sábado pasado. Era
diecinueve de Abril.
A la
hora de partida, las nueve de la mañana, veinticuatro personas, no más, subían
a bordo del autobús con destino a Santa María de Trassierra. En poco más de una
hora estábamos en el lugar dispuestos a empezar la caminata, allí se sumaron a
la expedición cuatro senderistas más y la marcha se inició. Primer punto de
referencia el cortijo del “Caño”, la dehesa y el alcornoque nuestros vecinos
hasta toparnos de bruces con el arroyo Bejarano, segundo punto de referencia. Aquí
la vegetación cambia por completo y un precioso bosque en galería nos engulle y
envuelve con su magia, olmos, avellanos, alisos, muchos de ellos vestidos con
plantas trepadoras, y entre tales, la huella de la civilización que un día fue,
como el acueducto de Valdepuentes primero romano y después árabe que tomaba sus
aguas del primer venero del Bejarano; o el molino que lleva por nombre el de su
padre el arroyo.
Seguimos la vereda aguas abajo, lentiscos,
acebuches, pinos, más huella humana, son antiguas minas. El descenso se vuelve
más picado y las aguas aceleran su paso buscando el río Guadiato hasta
encontrarlo, tercer punto de referencia. Allí unos metros más abajo y gracias a
que su cauce no está muy subido, conectamos con el sendero que sube por el
arroyo del Molino, de nuevo el bosque en
galería expone su frondosidad hasta límites insospechados, atrapando el pasado
y el presente.
Nos encontramos con el molino del “Molinillo”,
antiguo batán, hoy mudo espectador de senderistas alucinados. Seguimos subiendo
y una poza con sus chorreras espera, son los baños de “Popea”.
Aquí hacemos un alto, la expedición toma sus
bocadillos y su refresco de las mochilas y en pequeños grupos tertulianos damos
cuenta del banquete.
Ya solo queda regresar en busca del autocar,
es tarde y decidimos acortar la ruta haciéndolo subir hasta Santa María de
Trassierra. Allí nos aguarda.
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