martes, 18 de diciembre de 2012

NOCHE DE SENDERISMO A LA ERMITA.


                        
  El viernes nueve de Septiembre de 2011 el plan era aprovechar la luna llena para llegar andando a la ermita recientemente restaurada de Don Miguelito y pasar allí un rato  agradable. Así se hizo, a la caída del sol seis caminantes iniciaban la ruta, con un atardecer más bien caluroso para la época.


   
                                                                                   

                                   

  Los seis con su mochila vieron desparecer el sol por un horizonte enmarañado y rojizo preludio de lo que iba a ser el próximo día. Los seis se dejaron llevar por el camino del “pozo de sierra vana”. Los seis, en su deambular, adoptaron una nueva compañera que los guió  por un camino polvoriento, y no les abandonó ya en toda la noche.  Bendita Luna.








Al llegar al destino una pequeña edificación les daba la bienvenida. Abrió sus puertas y les dijo: “Entrad. Hace unos meses yo estaba en ruinas, mustia de pena porque cada día que pasaba por mí más vieja y cansada me encontraba, tal era el caso que mi compañero el cortijo ya murió y no se pudo hacer nada. Yo llevaba el mismo camino, el camino de la vida misma: naces, te miman, te olvidan y finalmente te mueres.








 Al final he tenido suerte, alguien se acordó de mí y me han salvado. Miradme, disfrutad de mi aspecto, yo disfrutaré con vosotros cuando me visitéis y os ofreceré lo que tengo”.
  Los caminantes, los seis, la miraron, por dentro y por fuera, de lado y de costado. “Esto me gusta. Esto no me gusta…”. Pero para los seis lo importante es que estaba viva, allí con ellos, compartiendo ese momento. Así caminantes y ermita se hermanaron  aquella noche y lo compartieron todo.
 Ya nunca se olvidarían.                                            


  

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