Con que poca cosa nos conformamos y a la
vez cuan felices nos hace sentir ese acto. Eso fue lo que ocurrió el día veintinueve de Octubre cuando
decidimos realizar la ruta que partiendo de las afueras del pueblo de Guadalmez
nos llevaría al collado de los tres mojones, punto de encuentro imaginario
donde se unen las provincias de Córdoba, Ciudad Real y Badajoz. El enclave en
sí está formado por una pista de tierra y una linde entre fincas separadas por
una alambrada, la confluencia de ambos, camino y alambrada, nos da el hito.
Y los doce allí presentes hacían sus
apuestas por ver quién llegaba antes de Extremadura a Castilla la Mancha pasando por
Andalucía o viceversa, y hubo quién tardó muy poco en pasearse media España, y
otros más tranquilos se conformaron con quedarse en término de Guadalméz, o en
el de Capilla e incluso en el de El Viso, que hasta allí llega mi
pueblo. Y así se pasó la tarde, paseando por el reino.
Luego, el regreso, deshaciendo nuestros
pasos, por el mismo camino. Camino de pastores, tierra de ovejas olvidada de la
mano del hombre, pedregosa y yerma pues este año la lluvia se está haciendo de
rogar. Camino de huertas que en su día fueron y que hoy en su lugar inundan las
aguas del embalse de La
Serena.
Aquí, el tiempo se detiene y tan solo los
raíles por donde un pequeño tren de gas-oil circula nos devuelve a nuestro tiempo.
Seguimos nuestro viaje, como siempre sin prisas, saboreando el entorno, charlando
en pequeños grupos de cosas sin importancia que su importancia tienen, buscando
nuestro punto de partida que ahora se convierte en la llegada, allí nos aguarda
nuestro transporte. La ruta ha concluido, es hora de marchar a casa e ir pensando en la siguiente.
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