El segundo sábado de Febrero llegó, y
nosotros al igual que Paco Martínez Soria en la película “Don erre que erre”,
cabezones a más no poder, nos presentamos de nuevo en la finca “La Cotofía ”. Nuestro
objetivo: “subir por el río Tablillas en busca de la cueva”. Así que nos
pusimos manos a la obra y con nuestras mochilas y nuestros bastones como
siempre, emprendimos la ruta en busca de nuestra cueva. Un sendero medio perdido
y a veces desaparecido nos aguardaba, eso sí siempre en el cauce fluvial del
río que es de dominio público o eso creo yo.
El lugar es encantador, el río tablillas se
nos ofrece con continuas cascadas de un agua transparente, cristalina. Las
jaras, el lentisco, las madroñas, el castaño, el pino y un sinfín de flora nos
saluda a nuestro paso, la cámara fotográfica echa humo congelando imágenes,
captando instantes que ya nunca se olvidarán, por fin, casi dos horas después,
llegamos a nuestro destino, una grandiosa mole de piedra se ofrece a nuestros
ojos, bajo ella nuestra cavidad, no muy profunda, como puerta una cortina de
agua; el viaje ha merecido la pena y creo que el lugar es digno de considerarlo
monumento natural, un monumento para disfrutarlo todo el mundo, un monumento
para ser respetado, un monumento que no caiga en el olvido por desidia o por
intereses creados, un monumento que lo podamos ver todos, pues la vista no hace
daño a nadie, ni al lugar ni al dueño de la finca.
Allí estuvimos sentados nuestro tiempo, sin
prisas, viendo las pinturas rupestres, oyendo caer el agua, charlando sobre la
ruta, reponiendo fuerzas con los bocadillos, hasta que el regreso nos llamó y
lo iniciamos, una última mirada a nuestras espaldas decía adiós a la cueva. La
vuelta fue más rápida, pues la cámara fotográfica apenas actuó y el camino ya era
conocido, en cosa de una hora estábamos a las puertas de la Venta de la Inés. Llamamos a la puerta y una
señora nos atendió, preguntamos por Felipe Ferreiro y al instante salió un
hombre mayor de unos ochenta y algo de años con su mono azul y el desengaño de
la vida reflejado en su mirada. Nos presentamos y estuvimos charlando con él,
es un hombre sabio, es increíble su memoria, nos habló de las minas del
Horcajo, de su plaza de toros hoy desaparecida, donde tomó la alternativa
nuestro paisano “Corchaíto”, del problema existente para hacer la ruta de la
cueva, de su lucha porque se respeten los caminos públicos, de su lucha
personal porque lo ha dejado sin agua su vecino, (cuando un vaso de agua no se
debe de negar ni al más mísero de los mortales)…..
Hoy una semana después mientras escribo
estas líneas, pienso en la ruta, en como la he descrito para hacerla ver,
pienso en las narraciones de otras rutas, de otros senderos y me acuerdo
también de la gente, de personajes que te vas encontrando en estos paseos. El
abuelo Ferreiro es uno de estos personajes, va por usted.
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